Descreídos Martes, 6 octubre 2015

¿Demagogia papal o aires de cambio? Un análisis de la política del papa

Escribe: Helmut W. Kessel, presidente de la Sociedad Secular Humanista del Perú

El papa Francisco ha estado dando mucho que hablar tras sus múltiples visitas a países de América, donde ha aprovechado las cámaras para dar opiniones no sólo de fe y moral católica, sino también de política. No hay mucho que criticar sobre las visitas papales en sí, o el proselitismo que desee hacer el papa. Los humanistas seculares defendemos la plena libertad de culto, de expresión y el libre mercado de ideas. Ya quisiéramos tener a un representante tan popular como Francisco para que recorra el mundo expandiendo nuestro mensaje.
Lo dicho en su visita a cinco países de América resume bastante bien el mensaje de Francisco. Los temas filosóficos de fe y dogma son materia para otro artículo, así que analicemos muy brevemente su mensaje en algunos temas políticos y sociales que más prensa han recibido.

Existen valores humanos amparados en evidencia, lógica y experiencia humana en los que ateos, agnósticos, católicos y muchos otros estamos en total sincronía. El papa ha dicho reiteradas veces que la destrucción del ambiente destruye a la humanidad, y se ha convertido en uno de los más efectivos voceros del cuidado del planeta, incluso diciéndolo en la cara de tantos republicanos en el congreso de EUA que tercamente se oponen a cualquier medida que busque mejorar nuestra situación ambiental. Llama continuamente a la paz mundial, la resolución de conflictos y el acercamiento entre países adversarios, como el de EUA con Cuba e Irán. Tiene un enfoque admirable en la erradicación de la pobreza y la distribución más justa de la riqueza, a pesar de su ocasional torpeza al criticar al “capitalismo” de una manera algo simplista.

El papa ha denunciado la fallida y absurda “guerra contra las drogas”, en pro de un enfoque distinto para solucionar este problema. Ha denunciado el tráfico de personas y la esclavitud moderna, y también ha sido un vocero enérgico contra la pena de muerte, lo que le demuestra al congresista Lay que se puede ser un buen cristiano sin ser un literalista bíblico obtuso y sin criterio. En Cuba criticó, con toda razón y en la cara de los hermanos Castro, el servir una ideología en lugar de servirnos unos a otros. Si bien hacía referencia al comunismo, nos preguntamos si aplica Francisco el mismo criterio a la ideología de su iglesia.

Y aquí es donde comienzan ciertas contradicciones, mensajes nebulosos e indicaciones de que tantas veces, el papa adapta su discurso a la audiencia.

No se alucinen todavía.

No se alucinen todavía.

En un gesto admirable, Francisco pidió disculpas públicas en Bolivia a los nativos de América por los abusos de la Iglesia durante la conquista de América y su sucesiva evangelización forzosa. Pero un par de meses después, se fue a EUA y canonizó (hizo santo) a Junípero Serra, evangelizador de California y uno de los más grandes cómplices de dichos abusos contra indígenas. Serra fue quien llevó la Inquisición a California, y un personaje al cual la minoría indígena de dicho estado no puede ver ni en pintura, tanto así que han exigido se retire su estatua del Congreso de los EUA. Pareciera que tanto en Bolivia como en EUA, el papa quiso congraciarse con la mayoría de la audiencia local. Entonces, ¿cuál es el sentimiento real de Francisco acerca de los abusos de la Iglesia durante la Conquista?

¿De verdad Francisco ve a Junípero Serra como un santo?

¿De verdad Francisco ve a Junípero Serra como un santo?

 

Protestas en EUA contra la canonización de un inquisidor.

Protestas en EUA contra la canonización de un inquisidor.

El papa es vocero de muchas causas nobles y defensor de los derechos humanos. Sin embargo, apenas llegó a Cuba se apresuró en reunirse púbicamente con Fidel Castro para hablar de “temas que aquejan a la humanidad”, tomarse fotos e intercambiar regalos, lo que representa una cachetada a las víctimas de los casi 50 años de abusos de derechos humanos de Fidel.

No olvidemos tampoco aquella otra reunión con la celebérrima Kim Davis, la funcionaria del estado de Kentucky que se negó a entregar un certificado de matrimonio a una pareja gay, en contra de la ley de su país. Intencionalmente o no, el papa tácitamente endosó las acciones de la funcionaria, la cual abusó de su posición para interponerse entre una pareja y sus derechos civiles. Lo único que logra con este gesto es incentivar a más personas a poner la religión como pretexto para abusar de su poder y negarles sus derechos a otros, después de haber dicho en otra ocasión que no se debe discriminar a los gays ni maltratarlos.

Kim Davis, tácitamente respaldada.

Kim Davis, tácitamente respaldada.

Y es precisamente en este tema de la homosexualidad, donde más dispara Francisco para todos lados dependiendo de quién lo esté escuchando. Por un lado está aquella frase famosa en el avión, de “quién soy yo para juzgar”, y por otro lado va al Congreso de EUA y repite el mantra falaz de que la familia viene sufriendo un ataque sin precedentes, frase que cuando es decodificada significa “los gays quieren destruir a la familia”. Esto sataniza falsamente a todo homosexual, al igual que cuando dijo en Argentina que el matrimonio igualitario tiene orígenes diabólicos. Se reunió con un amigo gay y su marido, pero en el sínodo de esta semana, comenzó con el tema diciendo que la familia únicamente la encabeza una pareja de hombre y mujer porque ese es el “sueño de Dios”, lanzando otra cachetada, esta vez a las millones de familias encabezadas por parejas de gays y lesbianas. En el mismo avión de aquella vez, recordó que el catecismo católico condena el acto homosexual, lo cual nos dice que el papa no juzga pero sí condena, y ojo, sólo en caso busquen a Dios. ¿No sonará todo esto confuso para un adolescente católico afligido que acaba de descubrir su homosexualidad?

Y siempre queda el espinoso tema del abuso sexual, físico y psicológico de niños, donde el papa ha pedido disculpas públicas por el accionar de ciertos sacerdotes y obispos que los encubrían. Sin embargo, aún no pide disculpas por el encubrimiento sistemático e institucionalizado de su Iglesia, que favorecía a sacerdotes e instituciones abusadoras. Ni tampoco da señas de que la Iglesia se va a abrir a una investigación independiente que identifique a los culpables que aún protege.

El papa Francisco ha creado un capital político muy fuerte gracias a su habilidad de caer bien a la gente. Ello le da una oportunidad de oro para hacer en la Iglesia reformas estructurales que sobrevivan a su papado. Sería poco realista pedir que abriera el sacerdocio a las mujeres o incorporara el matrimonio gay entre los sacramentos, pero hay cambios que sí están a su alcance.
Podría comenzar por callarle la boca a sus cardenales más furibundos y extremistas, como aquellos que comparan el matrimonio gay con el Holocausto y los terroristas islámicos. Podría dar directivas para que la Iglesia dejara de oponerse a todos y cada uno de los esfuerzos que se hacen por avanzar los derechos LGBT, y aclarar de una vez por todas su posición sobre dicho tema. Recordemos que la Iglesia se opone a cualquier avance dependiendo del país: en el Perú se oponen a la unión civil, en Argentina se oponían al matrimonio igualitario y pedían que se quedara la unión civil, y en la India salieron a marchar de la mano con musulmanes, nada menos que contra la legalización de la homosexualidad (¡!).

Ya facilitó el proceso de anulación de matrimonios, lo cual es bienvenido. Podría seguir por cambiar la posición de la Iglesia respecto del uso de condones para prevenir enfermedades, por reformar el catecismo para que no siga llamando a los homosexuales al celibato (y una vida sin amor ni sexo). Y hablando del celibato, esa norma retorcida que causa tantos trastornos, hipocresía y fuga de talentos, podría también flexibilizar las reglas, ya que no se trata de un dogma, sino de una simple regulación medieval.

Sabemos cómo funciona la Iglesia a la hora de reformar, y que se mueve a pasos geológicos. Pero Francisco debe buscar la manera más creativa y eficaz para que después de su muerte, la Iglesia se mantenga relevante para una juventud que ya no acepta ciertas posiciones anacrónicas, no porque sea una “moda”, sino porque es lo correcto. Si Francisco no hace cambios estructurales permanentes que acompañen sus palabras y gestos de sencillez, y no adopta una posición clara respecto de temas controversiales, el siguiente papa puede desconocer todo lo dicho y destruir la expectativa creada. El diccionario tiene una palabra muy adecuada para calificar una postura que combina el hablar según la audiencia, levantar expectativas y no acompañar las palabras con acciones concretas: demagogia. Y a Latinoamérica no le faltan dignos ejemplos a lo largo de su historia.

En resumen, a Francisco se le puede acabar el crédito. Si no aplica ahora reformas de verdad, los futuros papas van a tener que seguir pidiendo disculpas públicas por los siglos de los siglos.