Descreídos Jueves, 12 noviembre 2015

Y se hizo el milagrito

Un breve recuento de un «affaire» que podría representar un punto de quiebre para el activismo librepensador latinoamericano. Y de paso, confirma que la religión no la pasa bien en Internet.

Escribe: Iván Antezana Q., director de la SSH

La joven Carolina Peña, de 16 años, la noche del 20 de setiembre en el set de "Ecuador tiene talento", cuarta temporada (ETT4).

La joven Carolina Peña, de 16 años, la noche del 20 de setiembre en el set de «Ecuador tiene talento», cuarta temporada (ETT4).

Para empezar, recapitularemos rápidamente los hechos ya conocidos. A las 19:30 horas del domingo 20 de setiembre, la señal de Ecuavisa propaló otra edición de su programa «Ecuador tiene talento», parte de una franquicia internacional. Todo iba bien hasta que se presentó Carolina Peña, una chica de 16 años que cantó una pieza de soul en inglés. En los breves instantes iniciales de la evaluación del jurado, parecía que iba a ser otra participación de las tantas que había habido en el programa. Hasta que una de las jurados preguntó, como si fuera importante para juzgar la voz y las cualidades artísticas de la adolescente, si creía en dios. Carolina respondió que no, y lo que siguió a partir de allí fue un mal remedo de las travesuras de Torquemada a manos de tres jurados farandulescas que confundieron la mesa de la escenografía con un púlpito. Ecuavisa se ha preocupado de eliminar de Youtube todos los videos de esa edición del programa, con el pretexto de los «derechos de autor». Al parecer, todos los demás videos de las otras ediciones del mismo programa no tienen ningún problema de copyright, porque esos sí se pueden encontrar fácilmente en el mismo portal. De modo que a estas alturas, dos de los contados espacios donde aún se puede ver lo ocurrido son este y este. De nada.

De izq. a der.: Wendy Vera, María Fernanda Ríos, Paola Farías y Fernando Villarroel, los jurados de ETT4. La producción separó a María Fernanda Ríos del programa la semana pasada.

Hasta este punto, no es en absoluto descabellado pensar que todo fue uno de los consabidos montajes televisivos para «generar controversia». Y, por lo tanto, rating. Y, por lo tanto, auspiciadores. Ocurre en todos los «realities», programas concurso, «talk shows» o como quiera que se les llame: la producción selecciona cuidadosamente a los participantes (todos los cuales llenan detallados formularios, que incluyen la afiliación religiosa), y los instruye para que realicen determinadas acciones en determinado momento. En el mundo de la televisión, donde todos los monos bailan por el dinero de los «sponsors», todo está «fríamente calculado». Gran novedad. Pero esa sensación queda en entredicho cuando el cuarto jurado interviene y se desmarca de las tres colegas que lo precedieron, con frases tan puntuales como «no voy a darte una clase de catecismo». Cabe anotar que ese jurado no pudo terminar sus intervenciones porque fue constantemente interrumpido por sus tres colegas, que incluso tuvieron el cinismo de negar que habían hecho lo que habían hecho: un vulgar ejercicio de bullying ideológico amparados en la tiranía de la mayoría. Es esa reacción tan visceral ante la intervención del cuarto jurado, y no tanto la actuación ante la concursante, la que siembra más dudas sobre la teoría de que todo fue estudiado. Quizás lo haya sido en un inicio, pero el modo como después discurrió el diálogo más pareció obedecer a esas archiconocidas iras santas motivadas por aguijoneos en el dogma.

Ahora bien, que a un ateo le hagan cargamontón no es una rara estampa de la vida cotidiana en Latinoamérica. La tolerancia, como la experiencia nos muestra, no suele ser practicada desde posiciones de mayoría. Las mayorías simplemente imponen, no negocian, apoyadas en el poder de la horda (al menos, eso hacen las mayorías de corte tribal que todavía predominan en nuestra región). Lo que hace de este caso tan especial es el modo en que se desarrollaron los acontecimientos después de la noticia.

La AEE solicitó formalmente a Ecuavisa una copia de la grabación íntegra del programa, pero sólo recibió un video parcial. En la red se podían ver secuencias de hasta diez minutos, pero Carolina Peña manifestó en entrevistas posteriores que la ronda inquisitoria duró bastante más.

La AAE solicitó formalmente a Ecuavisa una copia de la grabación íntegra del programa, pero sólo recibió un video parcial. En la red se podían ver secuencias de hasta diez minutos, pero Carolina Peña manifestó en entrevistas posteriores que la ronda inquisitoria duró bastante más.

Como era de esperarse, el poder de las redes sociales y la Internet se manifestó en una avalancha de polémicas que dieron la vuelta al planeta. Cibernautas de muchos países, en particular latinoamericanos, manifestaron su apoyo a Carolina y se organizaron petitorios virtuales de firmas de respaldo, que fueron enviadas a los receptores pertinentes en Ecuador. Pero el mundo virtual es una cosa, y el mundo real es otra. Cien mil «likes» no van a curar a ningún enfermo, ni de cáncer ni de un resfriado (aunque haya creyentes que insistan en lo contrario), y el que cien personas digan que van a ir a un evento suele significar que, con suerte, unas cuatro se harán presentes. Y eso ocurre porque el mundo real tiene otro tipo de relaciones, procedimientos y condicionantes, más complejas que presionar una tecla o hacer clic en un enlace. Fue precisamente en el mundo real donde algunas cosas empezaron verdaderamente a suceder.

Manifestación en contra del acto de discriminación ocurrido en ETT4, convocada por la AAE.

Manifestación en contra del acto de discriminación ocurrido en ETT4, convocada por la AAE.

En Guayaquil está afincada la Asociación Ateísta Ecuatoriana (AAE), dirigida por nuestro amigo Gustavo La Mota. Él fue uno de los muchos indignados por la prédica barata instaurada en «Ecuador tiene talento» a vista y paciencia de los presentes en el estudio y los televidentes. Al día siguiente, la AAE solicitó formalmente (al amparo de las leyes de su país) una copia de la grabación completa del programa, a lo que la emisora respondió días después enviando una copia parcial. Afortunadamente, había varias grabaciones colgadas aún en la red y se pudieron conseguir las secuencias necesarias para contar con evidencias. Posteriormente, la AAE convocó a marchas y movilizaciones (con lemas como «Ecuavisa tiene convento»), pero lo más importante es que optó por ensayar una demanda formal contra la emisora ante las instancias respectivas del país. La respuesta de Ecuavisa, probablemente satisfecha con la «controversia» y el rating generados, fue ningunearlo todo, y ni siquiera asistió a la audiencia convocadas oficialmente para ventilar la causa.

Gustavo La Mota, presidente de la Asociación Ateísta Ecuatoriana (der.) y su abogado Tito Yépez Luit (izq.), durante la audiencia convocada por el Consejo de Regulación y Desarrollo de la Información y Comunicación, el pasado 28 de octubre. La denunciada Ecuavisa no se presentó, a pesar de haber sido notificada legal y oportunamente. Dicen que quien calla, otorga.

Gustavo La Mota, presidente de la Asociación Ateísta Ecuatoriana (der.) y su abogado Tito Yépez Luit (izq.), durante la audiencia convocada por el Consejo de Regulación y Desarrollo de la Información y Comunicación, el pasado 28 de octubre. La denunciada Ecuavisa no se presentó, a pesar de haber sido notificada legal y oportunamente. Dicen que quien calla, otorga.

Finalmente, este 9 de noviembre que pasó (justo en el mismo día en que se recuerda el nacimiento de Carl Sagan), la Superintendencia de la Información y Comunicación de Ecuador, entidad encargada de supervisar el ajuste de los contenidos de los medios de comunicación ecuatorianos a la legislación pertinente, emitió una resolución ejemplar. En ella se establece la responsabilidad de la emisora por haber incurrido, tal como lo denunció la AAE, en discriminación contra Carolina Peña en razón de edad y religión. Más aún, se exige a Ecuavisa difundir en el mismo programa televisivo, a más tardar dentro de dos domingos, la respectiva disculpa. Esta deberá ser también consignada en el índice de su página web, por al menos siete días consecutivos. Pero cabe resaltar que la disculpa no debe dirigirse sólo a la persona de Carolina, sino también a la AAE como institución.

A estas alturas, la importancia de este caso debería quedar más claramente establecida, pero desarrollaremos un poco sus implicancias. Lo más evidente es que una organización declaradamente atea ha conseguido una gran visibilidad mediática sin necesidad de montajes, escandaletes de farándula ni padrinos poderosos. Temas como la pertinencia de las creencias personales en los espacios públicos, la necesidad de separación entre iglesia y Estado, o la urgencia de vivir bajo un Estado verdaderamente laico, volvieron también a ponerse sobre el tapete. Todo ello resultó bastante obvio. Pero vale la pena detenerse en otros detalles, quizás no tan notorios.

 

Extracto de la resolución SUPERCOM del 9 de noviembre. Ecuavisa es conminada a pedirle disculpas a Carolina Peña y a la AAE. El éxito de la demanda grafica que los ateos existimos, tenemos derechos y los creyentes no tienen patente de corso.

Extracto de la resolución SUPERCOM del 9 de noviembre. Ecuavisa es conminada a pedirle disculpas a Carolina Peña y a la AAE. El éxito de la demanda grafica que los ateos existimos, tenemos derechos y los creyentes no tienen patente de corso.

El primero es el de la actitud ante la presión. Al revisar el video, se puede pensar que Carolina fue un poco arrogante en lo estrictamente referido a sus habilidades cantoras. Por ello, se entiende la reacción de Wendy Vera (la primera jurado en intervenir), y es difícil estar en desacuerdo con ella cuando le recomienda a Carolina estudiar y conseguir un maestro o entrenador, porque siempre hay algo que aprender. Pero en cuanto al asunto de las creencias, quien llevó el tema a colación fue María Fernanda Ríos (la segunda jurado en intervenir), mientras Carolina se mostró totalmente alejada de cualquier clase de confrontación, con respuestas cortas y carentes de alusiones personales. Si hubo excesos, se dieron íntegramente en el lado de las inquisidoras, no de la concursante. Probablemente se deba a que la chica no se hace problema con esos asuntos, pero el resultado concreto fue que permitió mostrar muy claramente que la intolerancia y la animadversión son patrimonio muy mayoritario del mundo crédulo. Cabe mencionar también que si bien fue firme en sus declaraciones, Fernando Villarroel (el cuarto jurado) también se mostró muy calmado y ecuánime, y no se le vio saltar de su asiento ni exaltarse ante las interrupciones y los claros ataques de sus colegas.

El otro detalle es que no se debe dejar de conceder el mérito de esta resolución a la AAE, en particular a su presidente Gustavo La Mota. Tenemos el gusto de conocer a Gustavo personalmente, y se trata sin duda de un dirigente que tiene las cosas claras. Que no vive pendiente únicamente de las cosas que se dicen y desdicen en Internet. Que camina con los pies sobre la tierra, es consciente de la realidad del mundo y sabe actuar en concordancia. Gustavo dio el firme paso de dirigirse a las instancias pertinentes, plantear una denuncia, conseguir un abogado, proseguir todos los trámites y procedimientos necesarios, y nunca perder la paciencia ni la compostura. Reclamó simplemente lo que es justo: que no haya persecución pública ni discriminación de nadie por motivo de su descreencia. Y las instituciones le dieron la razón.

Esa es quizás la mejor lección que la AAE le ha dado al activismo librepensador latinoamericano. Que se puede y se debe ser consecuente con las ideas. Porque el mundo de las ideas también tiene un correlato en el mundo real, y ese mundo real necesita que las ideas se digan en voz alta, y se defiendan con firmeza y lealtad.