Descreídos Viernes, 27 noviembre 2015

¿Es la Biblia una verdad?

Escribe Luis Gregorio, miembro de la SSH

Divina e infalible

Algunas personas denominan a la Biblia como «la biblioteca divina», y afirman que esta declaración es verdadera. Pese a que se considera la  Biblia como un solo y único libro, está conformada por 73 libros individuales. Pero ello según el orden de la Biblia católica, pues según las otras confesiones cristianas, ese número puede variar.

Orden de los 73 libros de la Biblia católica. El canon de las confesiones protestantes considera 66 libros, y algunas iglesias ortodoxas pueden llegar a los 80. El mismo canon católico del Nuevo Testamento fue de por sí el producto de un «tira y afloja» muy calculado políticamente, con el fin de abarcar los libros más usados por las iglesias cristianas de oriente y occidente, pero sin incluir tanta variedad que no fuera posible pulir una unidad doctrinaria.

Orden de los 73 libros de la Biblia católica. El canon de las confesiones protestantes considera 66 libros, y algunas iglesias ortodoxas pueden llegar a los 80. El mismo canon católico del Nuevo Testamento fue de por sí el producto de un «tira y afloja» muy calculado políticamente, con el fin de abarcar los libros más usados por las iglesias cristianas de oriente y occidente, pero sin incluir tanta variedad que no fuera posible pulir una unidad doctrinaria.

Las diferencias son mayores si se considera el punto de vista judío, cuya cultura produjo esos libros. Pocos son conscientes del cambio de óptica que la apropiación cristiana de esos textos conllevó, y piensan que el «Antiguo Testamento» equivale sin más a los textos judíos. Pero originalmente, los libros de la Torá y la Tanaj trataban sobre la historia sagrada de Israel y las raíces de su religión. Al reordenarlos y nombrarlos como «Antiguo Testamento», los cristianos convirtieron un libro sobre la historia de Israel en un libro sobre la esperanza de Israel (o sea, el supuesto mesías).

¿Quién escribió la Biblia?

Desde el punto de vista histórico, este libro ha sido escrito por no menos de 36 autores diferentes en aproximadamente nueve siglos (del siglo V A.E.C. al siglo IV E.C.). Algunos autores esgrimen que se escribió en el transcurso de dieciséis siglos, pero ello no ha podido ser verificado.

Muchos afirman que los autores fueron «inspirados por dios» o escribieron bajo su control directo. Y la misma Biblia lo dice:

Pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios. (2 Pedro 1,21)

Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra. (2 Timoteo 3,16-17)

Pero estas aseveraciones traen algunos problemas. En primer lugar, y lo más obvio, es que no se tiene evidencia alguna. En segundo lugar, y en el caso negado de que dicha aseveración fuese correcta, nos damos de cara con algunas claras contradicciones (439 contradicciones detalladas aquí y hermosamente graficadas al inicio de la referencia), las cuales cuestionan claramente la posibilidad de que exista un único «autor intelectual» de dicha inspiración. En tercer lugar, nos encontramos con una pobre claridad de mensajes, que dejan en entredicho la capacidad del autor (o los autores) de expresar un mensaje congruente.

Para explicar mejor el último punto, basta con tratar de leer la Biblia de manera literal para entender que no se puede estar hablando en serio cuando se presentan citas tan misóginas como las de I Timoteo 2,11-15, Génesis 3,16, Deuteronomio 22,28-29, Levítico 12,2-5, Deuteronomio 22,13-21, 1 Corintios 14,34, 1 Corintios 11,5-8 o Job 25,4.

Podemos también encontrar algunas citas referentes a la promoción o permisividad de la esclavitud humana y la trata de personas, en Éxodo 21,7-11, Deuteronomio 15,12, Colosenses 4, Tito 2,9, Colosenses 3,22 o Efesios 6,9.

Ante estas evidencias, muchos teólogos insisten en que dichas escrituras deben «interpretarse en el contexto histórico», lo cual empeora su posición. Puesto que si decimos, tal y como afirman los teólogos, que dios no tiene un tiempo, que es omnisciente y omnipresente, sin duda debió haber conocido la confusión que dichas escrituras causarían. Pero lo más importante en este punto es una reflexión que debe hacer cualquier persona que pretenda buscarle una interpretación a dichas citas: cualquier tipo de literatura que deba ser interpretada «metafóricamente» debe, al menos, representar la idea original. Las metáforas están pensadas con el objetivo de ilustrar y clarificar ideas, no torcerlas y oscurecerlas.

Entonces, ¿qué mensaje podemos rescatar de la insistencia de interpretaciones alternativas a lo que realmente dice la Biblia? O bien ello implica que algo falta en el reclamo de que ese libro es la palabra perfecta de dios, o bien se está diciendo a los lectores que el valor personal de algunas interpretaciones de esas palabras es mayor que el de las palabras sagradas en sí. Obviamente, esto le hace un flaco favor a la causa de la divina autoría. Si lo combinamos con el hecho de que este libro ha sido ampliamente mal entendido, esto hace que el autor parezca inarticulado o incompetente (o ambas cosas).

Cabe resaltar que el candado final se encuentra en Apocalipsis 22,18-19, donde claramente dice: «18 Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro; 19 y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro». Con lo cual, cualquier corrección sobre la misma equivaldría a suicidio eterno.

¿Cuál es el tema de la biblia?

Podemos reducirlo a la reivindicación de las profecías. Es decir, los cristianos consideran que el principal valor del Antiguo Testamento habla de la venida de un «mesías», mientras el Nuevo Testamento habla de la vida de este supuesto mesías y su mensaje, y el Apocalipsis anuncia su segundo regreso.

Analicemos el primer punto: las profecías del Antiguo Testamento sobre la llegada de un mesías. Sobre esto podemos escribir libros y enciclopedias enteras. Numerosos estudiosos bíblicos pueden dar fe de la inexistencia de evidencia histórica o científica sobre que alguna de las profecías se haya cumplido. Muy por el contrario, se ha demostrado que o bien las profecías fueron escritas después de que ocurrieron (como Mateo 16,21-23, en donde se dice que Jesús predijo su propia muerte), o bien haciendo un análisis histórico de las fuentes (Torá), se puede llegar al punto exacto de la historia donde cierta fuente fue modificada y a partir de ahí, replicada con la modificación hecha a posteriori.

El historiador galileo Flavio Josefo (nacido como José hijo de Matías) es citado ad nauseam por los defensores de la historicidad de Jesús de Nazaret. Sin embargo, Josefo era fariseo, de modo que jamás habría dado crédito a la existencia de ningún «mesías» judío. De hecho, él mismo pensaba que el predestinado a ser rey y cambiar el mundo era Vespasiano, emperador romano entre los años 69 y 79 E.C. Flavio Josefo, capturado por Vespasiano durante la gran revuelta judía iniciada el año 66, se ofreció como intérprete y por ello recibió la ciudadanía romana, vivió en Roma en una propiedad cedida por Vespasiano, y cambió su nombre en agradecimiento a su familia benefactora (la dinastía Flavia). Por ello fue considerado un traidor por los propios judíos, y sólo los cristianos preservaron sus obras.

El historiador galileo Flavio Josefo (nacido como José hijo de Matías) es citado ad nauseam por los defensores de la historicidad de Jesús de Nazaret. Sin embargo, Josefo era fariseo, de modo que jamás habría dado crédito a la existencia de ningún «mesías» judío. De hecho, él mismo pensaba que el predestinado a ser rey y cambiar el mundo era Vespasiano, emperador romano entre los años 69 y 79 E.C. Flavio Josefo, capturado por Vespasiano durante la gran revuelta judía iniciada el año 66, se ofreció como intérprete y por ello recibió la ciudadanía romana, vivió en Roma en una propiedad cedida por Vespasiano, y cambió su nombre en agradecimiento a su familia benefactora (la dinastía Flavia). Por ello fue considerado un traidor por los propios judíos, y sólo los cristianos preservaron sus obras.

Sobre el segundo punto, la vida del mesías, la historicidad de dicho personaje es un tema que se encuentra bajo serias dudas. De hecho, la primera referencia no cristiana de su existencia es la del muy conocido historiador judío Flavio Josefo, de quien se ha demostrado que la famosa cita de su libro «Antigüedades judías» (conocida como «Testimonio flaviano») es falsa. Pero lo más resaltante es que, en caso hubiese sido cierta, ¿es posible basar la historicidad de un personaje tan importante de la historia en tanta vaguedad? Entiéndase que Flavio Josefo, cuando habla de otros judíos de la época, se desdice en detalles sobre sus juicios y sus vidas, detalles tan vívidos que sorprenden por su ausencia en el polémico párrafo.

El famoso párrafo del libro XVIII de las «Antigüedades judías», continuamente esgrimido como «prueba» de la historicidad  de Jesús. Lo más probable es que se trate de una de las tantísimas falsificaciones cristianas que proliferaron a partir del siglo IV E.C. Hay muchos argumentos de estructura, de estilo y de contenido que lo descartan como producto de la pluma de Flavio Josefo. El último recurso de los defensores de la historicidad de Jesús es despedazar el texto tal como se encuentra en los manuscritos sobrevivientes e imaginar un texto «alternativo» sin sus partes más claramente cristianas (imposibles de haber sido escritas por Josefo). Ello, obviamente, configura una burda manipulación de la evidencia con el fin de elaborar conjeturas sin pruebas materiales que las respalden.

El famoso párrafo del libro XVIII de las «Antigüedades judías», continuamente esgrimido como «prueba» de la historicidad  de Jesús. Lo más probable es que se trate de una de las tantísimas falsificaciones cristianas que proliferaron a partir del siglo IV E.C. Hay muchos argumentos de estructura, de estilo y de contenido que lo descartan como producto de la pluma de Flavio Josefo. El último recurso de los defensores de la historicidad de Jesús es despedazar el texto tal como se encuentra en los manuscritos sobrevivientes e imaginar un texto «alternativo» sin sus partes más claramente cristianas (imposibles de haber sido escritas por Josefo). Ello, obviamente, configura una burda manipulación de la evidencia con el fin de elaborar conjeturas sin pruebas materiales que las respalden.

Por último, la profecía de la futura venida. Siendo simplistas, esa es la herramienta más poderosa con la cual un grupo de personas ha defendido sus posiciones a lo largo de la historia sin poder presentar una sola evidencia de su verdad. Su vaguedad y su interpretabilidad refuerzan su inutilidad. Cabe resaltar que en todas las épocas desde que se escribió este libro, grandes números de cristianos han creído que dicho evento ocurrirá en el transcurso de su vida.

La creencia en que el mesías volverá al final de los tiempos fue parte consustancial de los inicios de la doctrina cristiana, incluso antes de la síntesis católica. En el siglo XIX, esa obsesión fue revitalizada por la Iglesia Adventista, que publica de cuando en cuando (desde su oficialidad y sus diversas ramificaciones) fechas de la llegada de Jesús que, obviamente, jamás se han cumplido ni se cumplirán.

La creencia en que el mesías volverá al final de los tiempos fue parte consustancial de los inicios de la doctrina cristiana, incluso antes de la síntesis católica. En el siglo XIX, esa obsesión fue revitalizada por la Iglesia Adventista, que publica de cuando en cuando (desde su oficialidad y sus diversas ramificaciones) fechas de la llegada de Jesús que, obviamente, jamás se han cumplido ni se cumplirán.

Utilidad moral de la Biblia

Se arguye, más a menudo de lo que se debería, que la Biblia (y por ende la religión) son fuente de bases morales, ante lo cual cito la pregunta que hicieran Christopher Hitchens y Richard Dawkins a numerosas personas que han planteado dicha postura en diversos debates:

¿Existe UNA sola enseñanza moral que no pueda ser enseñada de manera secular (sin religión)?

Christopher Hitchens murió sin obtener una respuesta, y creo que ocurrirá lo mismo con Richard Dawkins y conmigo. Pero ya sabemos que quien calla, otorga.