Descreídos Jueves, 14 enero 2016

La virginitis de los parques

Demostración de neutralidad religiosa en Lima.

Demostración de neutralidad religiosa en Lima.

Por Dante Bobadilla Ramírez – Miembro de la SSH

Vivimos en un país donde la gente está acostumbrada a hacer lo que le viene en gana ante la displicencia de las autoridades, que solo actúan cuando el problema alcanza dimensiones mayores o se desata un escándalo en los medios. Recién entonces se animan a demoler las escaleras puestas sobre las veredas y a recuperar los espacios públicos convertidos en cocheras privadas. Pero entre las construcciones ilegales más extendidas de nuestra ciudad se encuentran las estatuas de vírgenes que han invadido casi todos los parques de varios distritos, así como también avenidas y otros espacios públicos.

Nadie, ni siquiera una denominación religiosa por muy numerosa que sea, tiene el derecho a ocupar unilateralmente espacios públicos colocando imágenes de sus ídolos, y menos aún a tomar por asalto no uno, sino casi todos los parques. Por ejemplo, en San Borja, casi no hay un parque libre de una virgen. Y no se trata solo de estatuas menores sino incluso de enormes construcciones monumentales que adquieren dimensiones de capilla. En muchos casos la edificación de la virgen opaca al personaje a quien está dedicado el parque.

Todo esto, más que un abuso es simplemente una informalidad tercermundista en donde los miembros de una secta religiosa se apoderan impunemente de los parques de una ciudad, sin que ninguna autoridad haga nada. Sospecho que aparte de fanatismo, se requiere cierto grado de histeria colectiva por temor al castigo divino en caso el parque de tu vecindario esté sin una virgen.

Flores, velas y un envase de pisco complementan la composición artística.

Los espacios públicos son lo que dicen ser: públicos. Es decir, les pertenece a todos, no solo a los adoradores de una deidad. Nadie tiene derecho a convertir un espacio público en uso privado en favor de una denominación religiosa particular, ideología política, afiliación deportiva o filosófica, etc., aunque sea mayoritaria. Es como si grupos de apristas comenzaran a erigir bustos de Haya de la Torre sin permiso en los parques, los budistas nos llenaran de budas, o los comunistas de estatuas de Lenín… O, a ver si mañana los fanáticos de Universitario de Deportes nos empiezan a llenar los parques con monumentos de Lolo Fernández, por más que haya sido un gran hombre. ¿Qué derecho tendrían estos señores aunque sean la hinchada más numerosa del país? Ninguno. Nadie, ni individualmente ni en grupo, puede apropiarse de los parques con prepotencia.

Los hinchas de Universitario también son una mayoría.

Los hinchas de Universitario también son una mayoría.

En este país hay de todo: creyentes y no creyentes, y también creyentes de diversos credos, como muchos evangélicos a quienes ofende y escandaliza la idolatría dirigida a estatuas e imágenes, y consideran la veneración de la virgen como una herejía extra-bíblica. La convivencia pacífica exige respeto a todos. Estamos en un país libre y se respetan las creencias, por más ridículas que les parezcan a uno u otro, pero en el ambiente apropiado. Para eso existen los templos. Ya es tiempo de exigir a las autoridades que no actúen como cómplices, y que hagan respetar los espacios públicos. Las construcciones informales se deben detener, por más que sean de motivo religioso. No es posible que la racionalidad, el respeto y el Estado de derecho se dejen de lado cuando se trata de actos religiosos.

Las manifestaciones religiosas en público deben ser respetadas, pues se enmarcan dentro de la libertad de expresión. Pero cuando una manifestación se hace permanente e inamovible, debe pasar por todas las exigencias de la ley y considerar la opinión de aquellos vecinos que tienen que verla todos los días.