Descreídos , noticias , periodismo , sociedad Martes, 23 agosto 2016

Alarmismo disfrazado de periodismo

Escribe: Aurora Gutiérrez

Hace poco más de un mes, cuando los periodistas de RPP se equivocaron respecto a la sonda Juno, los cibernautas se burlaron de ellos y en especial de la periodista Mariella Patriau (aunque ni fue sólo ella la del error ni lo empezó siquiera y ambos periodistas se rectificaron en vivo tras ser corregidos.

Y sobre las razones de por qué se burlaron más de ella que de su contraparte masculina, ya serán parte de algún ensayo sobre teoría de género que no viene al caso). Se burlaron tal vez con razón (a mí, personalmente, me parece que la mayoría de las burlas son con alguna razón) de su ignorancia y poco profesionalismo; se burlaron sobre todo los que sabían, que era obvio que esa sonda no habría podido estar tripulada, ya sea por ser unos entusiastas de la ciencia que estaban ya previamente informados sobre las labores de la sonda o porque su sentido común les indicaba la imposibilidad de que esté tripulada.

Y para muchos, la moraleja de la historia fue algo así como “los periodistas deberían informarse más de lo que van a hablar” o “no deberían hablar sin saber sobre algún tema”; moraleja que no está mal, pero se nos perdió la otra moraleja, la que nos hace notar algo que podemos modificar en nosotros mismos.

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Esta nueva moraleja viene de pensar en cuántas veces la prensa comete un error y da información incorrecta sin que seamos capaces de notarlo porque ni conocemos la información verdadera ni nos vamos a dar el trabajo de buscarla (porque no nos importa lo suficiente o porque no tenemos tiempo) ni nuestro sentido común nos alerta algo al respecto. Y más allá de la prensa oficial, ¿qué tanto de nuestras otras fuentes mayoritarias de información nos informan correctamente?

Tal vez no podamos siempre saber cuando estemos frente a información verdadera, pero al menos es posible a veces saber qué podría estar ocasionando que creamos algo como verdadero sin exigir ninguna otra prueba. Aquí algunos casos.

Apelar a las emociones

En Internet (y sobre todo en las redes sociales) es fácil emocionarse por una noticia que impacta (violencia, sufrimiento, injusticia, etc.) apelando a nuestras emociones y apurarse a creerla y compartirla sin verificar si es cierta o no. Es cierto que es difícil en muchos casos ir a la fuente primaria para averiguar si una noticia es cierta o no y, de nuevo, es posible que ni nos importe tanto ni tengamos el tiempo suficiente para corroborarlo, pero creer que algo es cierto simplemente porque nos conmueve es un tipo indirecto de falacia ad passiones.

Claro que habrá muchos casos en los que las noticias sean ciertas y casos en los que sean falsas pero parezcan inofensivas porque no hay una víctima directa del error. Pero en otros muchos casos, se trata de errores con una víctima muy clara: el acusado. Muchas denuncias hechas y compartidas por internet pueden bien ser verdaderas y bienintencionadas, pero en nuestro sistema legal (y por “nuestro” me refiero al de la gran mayoría de la civilización contemporánea en el mundo), existe el principio de presunción de inocencia, según el cual nadie puede ser considerado culpable hasta que sea demostrada su culpabilidad (razón por la cual tenemos un proceso judicial).

Saltarnos esta parte va contra nuestros valores occidentales y perjudica al supuesto culpable. En ciertos casos, claro, un video in fraganti puede hacer obvio el crimen, pero en la mayoría de los casos, simples fotos o reportes personales no cuentan como evidencia suficiente y tal vez sea buena idea considerar si una cierta situación es realmente tan mala como la representan y no guiarnos por cómo nos hace sentir dicha situación cuando ya la consideramos como cierta.

¿Alguien por favor quiere dejar de pensar en los niños?

¿Alguien por favor quiere dejar de pensar en los niños?

Esta falacia es también la culpable de que caigamos a veces en estafas que pretenden ayudar a otros (pobres, niños, ancianos y enfermos son los supuestos objetos de ayuda más populares) y nos parezca que estamos haciendo algo bueno cuando le damos un poco de dinero a ese pobre niño triste que lo pide con ojos llorosos en la calle sin considerar si realmente estamos haciendo algo bueno o sólo estamos evitando sentirnos mal a la vez que alimentando un engranaje de manipulación y abuso infantil (Sobre este tema extenso, ver Altruismo eficaz).

¡Lo sabía! (Sesgo de confirmación)

Otra razón por la que usualmente creemos fácilmente una noticia y nos apuramos a compartirla es porque encaja con nuestro modelo de la realidad y refuerza nuestras creencias. Es la típica noticia que nos da una ligera satisfacción al ver que lo que creemos es cierto y nos hace pensar “por supuesto”. A este favorecimiento de la información que nos hace sentir que estamos en lo correcto se le llama sesgo de confirmación.

Hace unas semanas, durante una marcha no política en Lima, saltaron en las redes sociales fotos de un partido político aprovechando el contexto para publicitarse, poniéndose en un lugar de la marcha que no le correspondía, esto, aunado a un tuit no muy claro denunciando el hecho, causó indignación entre los cibernautas, sobre todo en aquellos que no simpatizaban con el partido (o los que no simpatizamos con ningún partido) y se apuraron a indignarse sin antes corroborar si dicha información era cierta.

Toda esa historia fue luego aclarada y de alguna manera limpiado el nombre del partido político (tanto como se pueda limpiar el nombre de algo político), pero la moraleja es que los que lo creímos (porque yo vi la foto de la “prueba” y me la creí) pensamos cosas como “pero por supuesto, ahí están los oportunistas políticos” o “típico de esa tendencia política, aprovecharse de las masas” y nos sentimos muy a gusto por cómo la realidad confirmaba una vez más que estábamos en lo correcto.

Una foto vale más que mil palabras. De hecho puede valer lo mismo que diez mil ordenadas de manera diferente cada vez para significar cosas completamente disparatadas y nadie se daría cuenta.

Una foto vale más que mil palabras. De hecho puede valer lo mismo que diez mil ordenadas de manera diferente cada vez para significar cosas completamente disparatadas y nadie se daría cuenta.

El mundo no es justo. Pero tampoco es completamente injusto

Hace pocos días, otra controversia ocupó nuestras ociosas vidas cibernéticas: una médico legista había supuestamente calificado como “leves” lesiones a todas luces graves causadas en una mujer por su agresor. ¡Horror! ¡Injusticia! ¡Qué clase de médicos tenemos! La turba enardecida ante la noticia. Esta vez, fue error de los periodistas. El asunto fue luego aclarado (aclaración que no circuló ni medianamente como lo hizo la denuncia) y así se restauró el orden. Hasta que un nuevo suceso indignante suceda y empiece todo otra vez.

El sesgo del mundo justo consiste en creer que en el mundo, o en la sociedad, existe una especie de balance. Que los “malos” siempre obtienen su merecido, que las personas no son ni completamente miserables ni completamente excepcionalmente felices pues todo sigue alguna especie de justicia cósmica que evita diferencias grandes entre unos y otros. Este tipo de pensamiento es el que teoriza que un bully se aprovecha de otros porque tiene un problema de autoestima, cuando en realidad un estudio sugiere que los bullies no tienen problemas de autoestima que justifiquen el hacer daño a otros.

Pero ¿entonces qué? ¿El mundo es injusto? Pues a la par de este sesgo, existe también el síndrome del mundo malvado, un sesgo que hace que ciertas personas crean que el mundo es más peligroso, inseguro e injusto que lo que realmente es. Esta visión del mundo está supuestamente causada por el contenido de los medios de comunicación.

Tal vez la verdadera situación del mundo se encuentre entre estos dos extremos y tal vez la solución no sea saltar de una concepción a otra, sino analizar cada situación por separado y dejar de lado lo bien que se siente formar parte de las personas que están del lado “correcto” de un enfrentamiento (la historia no te absolverá).

¿Tiene un momento para hablar de nuestro salvador el sentimiento de indignación?

¿Tiene un momento para hablar de nuestro salvador el sentimiento de indignación?

El problema sí es problema

“Pero bueno”, pensarás, “creemos algo y lo compartimos pero luego sale información que dice que no es cierto y entonces se corrige y todo vuelve a estar bien. ¿Por qué tanto problema?”.

Cuando recibimos información sobre el mundo, nos quedamos con esta información almacenada como un ‘hecho’ para futuras referencias. Nos importe realmente o no el tema, va a formar parte de nuestro modelo de la realidad y por lo tanto va a afectar nuestra manera de interactuar con ella: nuestras opiniones, posiciones, decisiones. Y si esta información es incorrecta, pues nuestro modelo será incorrecto. Muchas veces, además, a pesar de haber corregido la información luego, es difícil deshacerse del primer modelo que se creó con la información equivocada dada al inicio, sobre todo porque las correcciones no tienen nunca la popularidad que tuvo la noticia impactante.

Pasando un poco al ámbito de la ciencia, es así como se han formado muchos de los mitos y teorías pseudocientíficas, a partir de estudios publicados en medios científicos y aceptados luego por la comunidad por razones y sesgos diferentes. Aquí están incluídos el mito de las ocho horas de sueño diarias, el mito de que el peso del alma es 21 gramos o el más controversial de que la única razón de la brecha salarial entre hombres y mujeres es el sexismo.

Para rumores grandes o pequeños en inglés, páginas como Snopes se encargan de explicar por qué no son ciertos. En español tenemos muchos menos recursos, pero para empezar, tenemos páginas como el Diccionario del escéptico, La venganza de Hipatia, la Manzana Escéptica y, por supuesto, la Guía Escéptica.

 

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