Descreídos Domingo, 16 octubre 2016

Concordato para el negociazo: el Arzobispado en la mira de la fiscalía

Por: Sociedad Secular Humanista del Perú

Según lo publicado en distintos medios esta semana que pasó, el Arzobispado podría estar involucrado en los aparentes negociazos de Moreno por medio del acuerdo que firmó con la Clínica de Osteoporosis. La sucesión de hechos, sumada al audio entre Moreno y nada menos que el monseñor Raúl Chau, arzobispo auxiliar de Lima, da mucho que sospechar sobre esta relación non sancta entre el Arzobispado, Moreno y la mencionada clínica. Bien hizo la procuraduría anticorrupción en denunciar al Arzobispado ante la fiscalía, a través de su representante legal, pues dada la cronología de los acontecimientos, no quedaba otra.

Monseñor Chau

Aceptar que la Iglesia Católica hace política y se comporta como cualquier partido político ayudaría a entender muchas cosas.

Procesión de hechos

Primero, con firma del mismo cardenal Cipriani, el Arzobispado de Lima entabla un acuerdo con el Ministerio de Salud el 1 de abril para regular las prestaciones de servicios de salud entre este y el Seguro Integral de Salud (SIS). El problema es que el Arzobispado no tenía establecimientos de salud que calificaran para este acuerdo, algo reconocido por el mismo cardenal según publican Perú21 y La República el martes 11 de octubre. Acto seguido, el Arzobispado firma el 24 de agosto el ahora infame acuerdo con la Clínica de Osteoporosis S.A.C. para vincularse a dicha clínica, la cual sí puede atender a los asegurados del SIS. Es decir, con este acuerdo, el Arzobispado ya tiene para todo efecto práctico al menos un local afiliado al SIS. Hasta allí, se puede decir que está medio raro el asunto, pero nada aún que sospechar.

Pero luego vienen los audios entre Moreno y el monseñor, y entre Moreno y el administrador de la Clínica de Osteoporosis, que esclarecen todo y que no necesitamos describir ahora porque ya se ha ventilado en los medios ad nauseam. En estos audios, los protagonistas hablan del gran negociazo que van a hacer derivando un alto volumen de pacientes a esta clínica, la cual para este entonces ya tiene el santo aval del Arzobispado. En su conversación con el monseñor Chau, Moreno le dice claramente: “Lo único que necesitamos es una firma del párroco y ya nada más y que nos dé su número de cuenta. Y arrancamos”. Y luego le dice: “Empezamos a atender, facturamos y nos pagan. Ahí está cuánto es para cada uno”.

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El monseñor Raúl Chau es voceado como el primero en la fila para asumir el cargo actualmente detentado por Cipriani. De trascender este asunto, podría crearse un problema en la línea de sucesión de la Iglesia peruana.

Al César lo que es del César

¿Ahora sí es sospechoso? Esto da indicios de que el aparente negociado siniestro que estaba elucubrando Moreno y que ya todos conocen, podría haberlo estado haciendo asociado nada menos que con parte de la Iglesia Católica del Perú. ¿Fue engañado el monseñor? Lo dudamos, pues por la forma en la que hablan, parecería que sabía perfectamente de qué se trataba el asunto. ¿Qué diablos hace el Arzobispado firmando acuerdos jalados de los pelos con esta clínica nebulosa a la vez que una de sus máximas autoridades charla de números de cuenta y repartijas de plata con Carlos Moreno? ¿Por qué firma el Arzobispado un acuerdo sui géneris justamente con la clínica del negociazo, y justo después de entrar Moreno al gobierno? Y ya que desean participar del SIS, ¿por qué un solo acuerdo particular con precisamente esa clínica, y no varios acuerdos con diversas clínicas?

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Antes fue Químper con el «faenón», ahora es Moreno con el «negociazo». Si algo no le podemos negar a los audios filtrados de la corrupción nacional, es su aporte a nuestro léxico popular.

Esto debe investigarse periodísticamente a fondo, y se le debe dar a este potencial escándalo en la Iglesia la cobertura mediática que amerita. Ojalá veamos pronto reportajes que investiguen el rol preciso del Arzobispado en el negociazo. Si miembros de la cúpula de la Iglesia, incluido el cardenal, se han asociado ilícitamente con Moreno para robarle al Estado (y por ende, al pueblo), deben ser expuestos y castigados como cualquier otro ciudadano. En caso se compruebe alguna fechoría de parte del Arzobispado, y si se prueba que han querido sacarle por lo bajo más plata al gobierno de la que ya le sacan oficialmente a través de los subsidios, la Iglesia debería ser la primera en destituir a los malos elementos que la conforman, tal como procedió el Gobierno con Carlos Moreno.

Sin embargo, algo debería quedar claro. Prácticamente cualquier organización de personas con ideario, jerarquías, cargos y funciones específicas frente a la sociedad es un grupo político. De comprobarse un rol activo del Arzobispado en este negociazo, la Iglesia Católica estaría demostrando que no le tiembla la mano para tomar parte de los muy terrenales acuerdos que plagan la política nacional. ¿Se puede seguir sosteniendo el mito de que la Iglesia es la “reserva moral” del país? ¿O que sin religión se perdería la brújula moral de la sociedad?

Esperemos que de confirmarse estas acusaciones, la Iglesia no haga lo que suele hacer: esconder y proteger a los delincuentes que tiene entre sus filas. Ya debería haber aprendido que su imagen no se cuida ni se beneficia escondiendo y protegiendo sistemáticamente a ovejas negras de la calaña de Figari, Karadima o los curas pederastas de Boston, Irlanda y decenas de otros lugares. Los fieles católicos, en lugar de escandalizarse y atacar al mensajero en lugar del mensaje, deberían ser los primeros en exigir que la Iglesia se deshaga de aquellos malos elementos que manchan su imagen. Si los periodistas y la fiscalía hacen bien su trabajo, podremos esclarecer si el Arzobispado es parte del negociazo, o si en realidad son inocentes y hemos malinterpretado la frase “cuánto es para cada uno”.