Descreídos Domingo, 17 junio 2018

Un post para entender lo que piensa el otro cuando se discute sobre la despenalización del aborto

Título original: El aborto y el principio de humanidad

Escribe: Adrián Núñez, director ejecutivo de la SSH

La mañana del 14 de junio, la Cámara de Diputados de Argentina aprobó el proyecto de ley que, de ser aprobado por el Senado, permitirá despenalizar el aborto hasta la semana catorce de embarazo (y después de ese límite sólo si el embarazo fue producto de una violación o si la vida de la madre corre peligro).

Es previsible que la iglesia católica argentina —con mayor razón por ser el país del papa— junto a otros grupos conservadores y los gobernadores del norte del país, van a ejercer presión para que esto no ocurra. Pero también está claro que las manifestaciones públicas masivas no van a parar.

Como señaló el diputado Fernando Iglesias con un mapamundi en la mano, los argentinos van a tener que decidir a qué país quieren parecerse:

  • a los del tercer mundo, que prohíben el aborto con base en creencias sobrenaturales y tradiciones religiosas (marcados en rojo),
  • o a los países con un mayor desarrollo sociocultural (en verde).

Esto último puede pasar, pero se va a dificultar mucho si los conservadores no logran entender qué es lo que piensan los demás y viceversa.

Diputado de CABA Fernando Iglesias (Cambiemos), defendiendo la despenalización.

Diputado de CABA Fernando Iglesias (Cambiemos), defendiendo la despenalización.

Aquí no presentaremos una lista de los buenos y malos argumentos habituales en las discusiones sobre la libertad o a la prohibición de interrumpir el embarazo, pues el desarrollo de cada una de estas ideas suele tomar varias páginas.

Judith Jarvis Thompson, por ejemplo, necesitó 20 páginas para exponer una defensa del aborto partiendo del supuesto de que la existencia de la persona empieza con la concepción (A Defense of Abortion. Philosophy and Public Affairs, Vol. 1, No. 1, pp 47-66).

Lo que pretende este texto es hacer notar la necesidad de entender qué piensan los demás, incluso cuando mienten, pues detrás de la mentira hay una creencia que debe ser defendida. Para explicar esto presentaremos sólo algunos ejemplos.

Usualmente, los argumentos que se ofrecen contra el aborto parten de que el feto, desde el momento de la concepción, es una persona. Dos justificaciones pueden darse para esta postura.

  • La primera: dado que el proceso desde la concepción hasta la existencia de una persona autoconsciente es continuo, se debe trazar una línea arbitraria, y esta línea es el momento de la concepción.
  • La segunda: la justificación cristiana de la animación, originada por un interés de Pío XII de dar fin a una controversia, que Juan Pablo II oficializa en 1994 y que consiste simplemente en indicar que Dios infunde el alma en la materia exactamente en el momento de la concepción (a esta conclusión llegaron luego de aplicar una serie de razonamientos no exactamente muy rigurosos).

De esta última derivan algunas justificaciones que intentan “secularizar” el embrollo, como que desde la concepción hay identidad genética o que desde la concepción ya existe un individuo de nuestra especie.

Imagen:

Imagen: Desde abajo.info

Otras justificaciones, como la supuesta existencia de los derechos de las potenciales personas, parecen estar siendo dejadas de lado, pues un momento de reflexión nos muestra que no puede haber derechos para quienes no existen, y que si los hubiera, esto no sería consecuente con nuestra forma de planificar la familia ni menos con el celibato (algo tan ridículo como que estaríamos quitando el derecho de existir a muchísimas personas sólo por no tener relaciones sexuales cada vez que podemos).

La primera justificación es un claro non sequitur: del hecho de que el desarrollo embrionario sea un proceso continuo, no puede concluirse que la mejor elección de la línea arbitraria que define la aparición de una persona sea la concepción (también hay otras etapas que podrían considerarse).

La segunda no sólo es resultado de una superstición (la visión dualista, la creencia en el alma), sino un conjunto de malos argumentos. En todo caso, las creencias en lo sobrenatural de algunas personas no tienen por qué definir la vida y las libertades de las personas que no comparten esas creencias. Pero para una persona que realmente cree que con un aborto a los tres meses de embarazo se está asesinando a una persona, la defensa de su creencia se convierte en una obligación. Las derivaciones más naturalistas de esta idea parten igualmente de malas definiciones y malos argumentos y evaden el asunto de fondo: en lo que estamos de acuerdo es en la protección de la vida de aquellos individuos humanos que tienen autoconsciencia, razón e identidad propia (personas).

Del mismo modo que hay un proceso continuo entre la germinación de una semilla y un árbol, o entre un huevo fecundado y una gallina, no podemos llamar árbol a la semilla ni gallina al huevo porque ambos individuos no están definidos sólo por su información genética: ignorar los procesos de activación génica, el desarrollo fisiológico y todo aquello que el ambiente aporta al individuo es gen-centrista y tremendamente erróneo.

Para Agustín Laje: Aborto = Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.

Para Agustín Laje: Aborto = Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad. Imagen: Twitter

Quienes defienden la despenalización del aborto normalmente fallan cuando explican sus argumentos porque no toman en cuenta que para sus oponentes no se trata de un desacuerdo sobre la de defensa de la libertad o de la salud reproductiva, sino de la vida de un individuo.

¿Cómo se convence a alguien que cree que una mórula de una docena de células ya es una persona porque tiene alma?

¿Cómo va a entender que un feto de catorce semanas no tiene las características que lo hacen persona si sólo se le está hablando de derechos sexuales?

Es cierto que defender la penalización del aborto, es decir, el statu quo, tiene como consecuencia que proliferen los abortos clandestinos, pero no es esperable que este hecho haga cambiar de opinión a alguien que considera al aborto, legal o clandestino, un asesinato.

Aunque en la imagen no se ve bien, ese es un ingeniero.

Aunque en la imagen no se ve bien, este es un ingeniero.

Por otro lado, quienes defienden la postura conservadora deberían entender que no van a ser tomados en serio fuera de sus círculos mientras utilicen argumentos basados en creencias religiosas, definiciones ad hoc o mala ciencia.

Los argumentos basados en lo sobrenatural suelen ser vistos como infantiles y las explicaciones como la de la identidad genética o la pertenencia a una especie desde el momento de la concepción son percibidas por sus opositores como ideas igualmente irrelevantes y deshonestas.

Tampoco parece tener efecto la utilización de imágenes o textos con fines de manipulación sentimental (fotos de bebés o llamar niños a los fetos). Esto se ve desde afuera como falso y como una disimulada rendición ante la falta de argumentos.

Aunque estos meses de debate en Argentina no han sido ideales, sí nos han dado un ejemplo de que hay personas que pueden pensar por encima de sus creencias personales y decidir con base en evidencia y para beneficio de la población, como lo demuestra lo dicho por el diputado argentino Vasco de Mendiguren.

Esta es una falsa dicotomía. Es cierto que la penalización favorece al aborto clandestino, pero para una persona que cree que el aborto consiste en matar a una persona, esta no es una cuestión de elección. Si su moral es deontológica, preferirá que el aborto esté penado aunque sea el mal mayor.

Esta es una falsa dicotomía. Es cierto que la penalización favorece al aborto clandestino, pero para una persona que cree que el aborto consiste en matar a una persona, esta no es una cuestión de elección. Si su moral es deontológica, preferirá que el aborto esté penado aunque sea el mal mayor.

Mientras tanto, deberíamos tratar de aproximarnos a quien piensa distinto para empezar a entenderlo. Al respecto, resulta muy útil el principio de humanidad de Richard Grandy:

«Cuando interpretamos a otro hablante, debemos asumir que sus creencias y deseos están conectados unos con otros y de algún modo con la realidad, y atribuirle “las actitudes proposicionales que uno supone que debería tener en esas circunstancias”».

Es decir, quizás nosotros pensaríamos como nuestros opositores si estuviéramos en sus circunstancias. Por lo tanto, ¿qué tal si salimos por un momento de esas circunstancias, sean nuestro grupo religioso, nuestros compañeros de activismo o nuestras burbujas en medios de prensa y redes sociales, y vemos si tenemos la capacidad de entender cómo piensan los demás?