Descreídos Jueves, 5 mayo 2022

Aborto en Colombia: política y sentido común

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¿Vio al bebé[i] de la primera foto? Su nombre es Curtis Zy-Keith Means y nació el 5 de julio de 2020 a las 21 semanas de gestación. Es reconocido por Guinness World Records como el neonato más prematuro del que se tenga registro. Con una historia que desafía las estadísticas, el niño actualmente se encuentra con una salud decente tras un año y medio de su dramático nacimiento. Sin embargo, la presencia del pequeño Curt en esta entrada no es para inspirarnos conociendo su caso, sino para mostrar cómo es que la política puede hacer que una persona normal pierda por completo el sentido común y vaya en contra de sus más firmes convicciones.

Estoy bastante seguro de que la idea de matar a Curtis cuando nació le parecería abominable, algo totalmente ruin que solo una persona vil, quizá incluso enferma, podría siquiera llegar a considerar. Hay otra cosa de la que estoy seguro: usted no solo cree que se trataría de una acción inmoral, sino que también apoyaría que se prohibiese quitarle la vida al niño. Si alguien le justificara una postura contraria sosteniendo que se trata de algo que sucede en muy pocas ocasiones, pensaría que ha perdido por completo la razón. Lo mismo pasaría si le argumentara que ese acto seguiría ocurriendo en la clandestinidad y que involucraría más riesgos para quien decida hacerlo que los que enfrentaría si se quitara la prohibición. También si le plantearan que se podría matar al infante de forma indolora. Es mejor no imaginar cuál sería su reacción si la justificación fuera que la existencia del niño le haría más difícil a sus padres seguir con sus carreras o que viviría en un hogar violento y con poco dinero. Quizá lo único que podría hacer que considere la posibilidad de aceptar un acto como ese sería que el neonato en cuestión padeciera una condición física que haga que podamos afirmar, más allá de toda duda razonable, que su supervivencia es totalmente inviable, como ocurre con los individuos anencefálicos graves. Quizá. Una última cosa de la que estoy seguro es que las convicciones tratadas en este párrafo son algunas de las más fuertes que posee.

Ahora quiero que se fije en la segunda foto. Se trata de un grupo de feministas celebrando que la Corte Constitucional de Colombia despenalizara el aborto hasta la semana 24 de gestación. Hay ciertos tecnicismos jurídicos que no son pertinentes discutir en esta columna, pero la idea es que una mujer pueda acceder a un aborto hasta dicho punto del embarazo. Más allá de su ubicación (dentro o fuera del útero), no parecería haber ninguna diferencia entre Curtis y un feto de su misma edad gestacional. Pero mientras matar al primero a casi todos nos parece abominable, que se permita matar al segundo es celebrado con lágrimas en los ojos por miles de personas. Recordemos que Curt nació a las 21 semanas de gestación.

Es común escuchar a defensores del fallo colombiano afirmar que la abrumadora mayoría de abortos comunes ocurren mucho antes en el embarazo, o que el aborto sigue sucediendo en la clandestinidad, pero de una forma insegura; que el feto no siente dolor, que el nacimiento de un hijo podría significar costos enormes en los proyectos de vida de sus padres y que muchos de esos niños vivirán en hogares abusivos, pobres y con muchos otros problemas. Supongo que ya se habrá dado cuenta de que son exactamente los mismos argumentos discutidos antes y que estoy seguro que no aceptaría para matar a Curtis.[ii]

La dificultad de compatibilizar la permisibilidad de un aborto tan tardío, e incluso del aborto en general, con nuestras convicciones comunes sobre el infanticidio[iii] no es algo que haya dado a conocer en esta columna, sino un problema ampliamente tratado por teóricos proelección desde hace por lo menos cinco décadas y que ha llevado a muchos de ellos a considerar aceptar por lo menos algunos tipos de infanticidio que la abrumadora mayoría de personas vería como atroces. Afortunadamente, la mayoría no somos filósofos y no tenemos que tomar en serio la idea de aceptar eso, pero si vamos a considerar como impensable matar infantes también deberíamos tener la misma actitud con matar fetos que son exactamente iguales[iv]. Y si bien es cierto que buena parte de las diferentes posturas sobre temas polémicos tienen ciertas implicaciones contraintuitivas para muchas personas, incluyendo la oposición total o parcial del aborto[v], parecería que no pesan más que la defensa a la vida de Curtis y los muchos otros niños en condiciones similares.

Realmente nada de lo que dije es algo que sea especialmente difícil de pensar. Cualquier persona racional debería poder darse cuenta de lo problemático que es permitir un aborto tan tardío. ¿Cómo es posible entonces que haya tanta gente defendiendo algo así? ¿Cómo es que tenemos congresistas, como Edward Málaga, celebrando un fallo que tiene el fin de permitir matar fetos exactamente iguales a Curtis o incluso más desarrollados? Pues hay diferentes motivos. Uno es la ignorancia porque muchos no saben qué tan prematuros pueden llegar a ser los bebés con la tecnología actual. Por ejemplo, es común escuchar a defensores del “criterio de la viabilidad” apoyar el límite de 24 semanas porque en algún lugar escucharon que antes de ese punto un feto no puede sobrevivir fuera del cuerpo de su progenitora. Pero eso es porque hay una serie de confusiones en relación a dicho concepto. El “límite de viabilidad” hace referencia al punto en el que un neonato prematuro tendría 50% de probabilidades de sobrevivir y eso ocurre, de forma aproximada, en la semana 24 de gestación; sin embargo, eso no significa que no haya posibilidad de supervivencia antes. No parecería tener mucho sentido prohibir matar alguien cuando está en una situación en la que tiene 50% de probabilidades de sobrevivir y permitir hacerlo si tiene menos. Por cierto, ese es un criterio que definitivamente permitiría matar a Curtis porque él es el único que ha sobrevivido naciendo tan joven. Sus probabilidades eran prácticamente nulas.[vi]

Sin embargo, quizá un punto más importante que el anterior sea lo que mencioné al inicio: la política hace que la gente simplemente pierda el sentido común, incluso en los casos donde lo que uno abandona es una de sus convicciones más fuertes. Si a una persona común no politizada le preguntara qué opina sobre el aborto libre a los 6 meses de embarazo, me respondería que lo rechaza, como ocurría con la mayoría de la gente antes de que este tema se hiciera mainstream. Solo algunos abogados, con sus enormes piruetas mentales e infinita ignorancia sobre la bioética contemporánea, podían decir que quizá sí estaban de acuerdo con que se permitiera. Pero ahora el debate sobre el tema parece algo más cercano al fanatismo que uno siente por un club de fútbol. De la misma forma en la que uno es hincha de Alianza o de Universitario, uno también es proelección o provida, “verde” o “celeste”. Si eres verde, la despenalización del aborto en Colombia será una victoria de tu equipo que deberá ser celebrada; sin importar hasta qué punto se esté permitiendo.

El fanatismo político no es algo que solo ocurra con este tema. Uno lo ve en las ridículas defensas de cada nuevo escándalo del presidente, en cada excusa para justificar que un líder autoritario ideológicamente afín invada ilegalmente un país y amenace con usar armas nucleares, en cada dibujo con esvásticas nazis de un político rival y en cada necedad que uno puede encontrar en Twitter cada 5 segundos. Quizá debamos recordar que nada de esto se trata en realidad de quién queremos que gane la liga.

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Notas

[i] Usaré términos como “bebé” o “infante” para hacer referencia exclusivamente a seres humanos nacidos y menores al año de edad.

[ii] Es importante mencionar que no estamos hablando de la despenalización del aborto por causales como la violación o la salud de la mujer, eso allá no tiene límite, sino de lo que se suele conocer como el “aborto común”; es decir, cuando una mujer decide terminar su embarazo por la razón que desee.

[iii] El término “infanticidio”, en este contexto, solo hace referencia al acto de matar a un infante.

[iv] Judith Jarvis Thomson desafía esta idea al argumentar que es la diferencia en la ubicación entre el feto y el neonato lo que justificaría que sea permisible matar a uno, pero no al otro. Esta línea argumentativa ha sido trabajada por muchos bioeticistas a lo largo de los últimos 50 años. A priori, también podría parecer que ha ganado popularidad a nivel político y social pues es común ver defensas al aborto basadas en la autonomía corporal de la mujer. No obstante, si se quiere usar este argumento para defender el aborto cuando el feto es capaz de sobrevivir fuera del útero sin implicar que el infanticidio de neonatos prematuros también es permisible, probablemente se terminará cayendo en otras conclusiones contraintuitivas como que una mujer pueda decidir parir prematuramente de forma libre sin razón médica, con todos los malestares que eso conllevaría para su hijo, y/o que se le permita abortar incluso a los 9 meses de embarazo.

[v] Emily Carroll y Parker Crutchfield desarrollan una idea de por qué en su próximo paper. Incluso es posible hacer dicha conclusión aún más contraintuitiva para algunos si se combina esa argumentación con ideas como las planteadas por Rivka Weinberg sobre responsabilidades parentales, pero existen posibles soluciones. De todas formas, si esta argumentación triunfa también afectará la posición de la sentencia de Colombia.

[vi] De hecho, este problema también causa otras injusticias a neonatos que no se abordarán en este texto.

 

Agradezco a Julio Gi Salas por su ayuda en el estilo de redacción del artículo, aunque no concuerde con lo expuesto, y a Piero Gayozzo, Sergio Romero, Daniel Torres y Andrea Carrillo por sus valiosos comentarios.